Escribo esta receta con un pijama donde pone claramente "Howartz, colegio de magia y hechicería", escuchando música rock al volumen más alto que mis cascos puedan soportar y comiendo chocolate con galletas. Me gustaría decir que soy una mujer madura que tiene una gran receta de pollo asado de fin de semana sin embargo apenas me siento una chica que se acaba de emancipar y está obsesionada con cierta receta de pollo asado con puré de patatas.
Puede que la receta me supere de largo en madurez, puede que sea más sensata de lo que yo nunca llegaré a ser pero jamás se le debería olvidar que si aparece en nuestra mesa un fin de semana sí y el otro también es porque un alma infantil, errática y caprichosa quiere que lo haga. El pollo asado es una de las recetas que hay que tener y dominar en el recetario a no ser que te lo prohíba la religión o la dieta en cuyo caso lo siento de veras. El pollo asado se hace cantando y bailando porque es sábado y cocinamos para los queremos. Francamente no debería haber nadie al que un pollo asado en la mesa no pueda conmover, es el plato perfecto, capaz de unir a las mentes más dispares en un mismo sentimiento y estoy casi segura de que si no te gusta el pollo asado y no eres vegetariano es que no mereces comer. Lo siento otra vez.
Hay muchas maneras de hacer pollo asado la peor de todas es la que dice que enciendas el horno y lo calcines en el, dejes las pechugas como alpargatas y obtengas una salsa de cuyo nombre no te querrás acordar. La mejor te dirá que utilices un chisme que da vueltas al pollo mientras lo asas y que seamos francos, no tienes. A mi me gusta esta por muchas razones. La primera es que es sencilla y no hay que manchar muchas trastos, solo una cazuela. La segunda es que el pollo no se seca a no ser que hagas las cosas mal. Y la tercera y la más importante es que viene con el mejor puré de patatas que puedas imaginar incluido en el precio. De hecho el puré es la razón principal de que lo haga tan a menudo y todavía no he conocido a nadie que no esté de acuerdo de que se trata de una obra maestra. El secreto es sencillo, las patatas se colocan justo debajo del pollo para que recojan los jugos que suelta y se asan junto a abundantes ajos y cebollas que se caramelizan y le dan un extra de sabor que resulta imposible rechazar. Si a todo esto le añadimos al final la mantequilla, que sospecho que es el secreto de toda buena cocina, obtenemos una masa hecha de amor y tiempo prácticamente perfecta.
Esta receta es una versión del pollo asado de Berasategui. Me he tomado la licencia de cambiar algunas cosas y de añadir especias porque pienso que no hay nada que no puedan mejorar y especialmente el pollo que es un poco sosainas. Espero que probéis y os guste tanto como a mi. Merece la pena.