Hace mucho tiempo, un historiador (el primero) y geógrafo griego llamado Herodoto (484 y el 425 a. C) relató la historia de un hombre llamado Polícrates al que le sucedió un hecho de lo más extraordinario a cuenta de un pez y de un anillo:
"XL. Entretanto, Amasis no miraba con indiferencia la gran prosperidad de Polícrates su amigo, antes se informaba con gran curiosidad del estado de sus negocios; y cuando vio que iba subiendo de punto la fortuna de su amigo, escribió en un papel esta carta y se la envió en estos términos: —«Amasis a Polícrates. —Por más que suelan ser de gran consuelo para el hombre las felices nuevas que oye de los asuntos de un huésped y amigo suyo, con todo, no me satisface lo mucho que os lisonjea y halaga la fortuna, por cuanto sé bien que los dioses tienen su poco de celos o de envidia. En verdad prefiriera yo para mí, no menos que para las personas que de veras estimo, salir a veces con mis intentos, y a veces que me saliesen frustrados, pasando así la vida en una alternativa de ventura y desventura, que verlo todo llegar prósperamente. Dígote esto, porque te aseguro que de nadie hasta ahora oí decir que después de haber sido siempre y en todo feliz, a la postre no viniera al suelo estrepitosamente con toda su dicha primera. Sí, amigo, créeme ahora, y toma de mí el remedio que voy a darte contra los engañosos halagos de la fortuna. Ponte sólo a pensar cuál es la cosa que más estima te merece, y por cuya pérdida más te dolieras en tu corazón: una vez hallada, apártala lejos de ti, de modo que nunca jamás vuelva a parecer entre los hombres. Aun más te diré: que si practicada una vez esta diligencia no dejara de perseguirte con viento siempre en popa la buena suerte, no dejes de valerte a menudo de este remedio que aquí te receto.»
XLI. Leyó Polícrates la carta, y se hizo cargo de la prudencia del aviso que le daba Amasis; y poniéndose luego a discurrir consigo mismo cuál de sus alhajas sintiera más perder, halló que sería sin duda un sello que solía siempre llevar, engastado en oro y grabado en una esmeralda, pieza trabajada por Teodoro el samio, hijo de Telecles. Al punto mismo, resuelto ya a desprenderse de su sello querido, escoge un medio para perderlo adrede, y mandando equipar uno de sus penteconteros, se embarca en él, dando orden de engolfarse en alta mar, y lejos ya de la isla, quitase el sello de su mano a vista de toda la tripulación, y arrojándolo al agua, manda dar la vuelta hacia el puerto, volviendo a casa triste y melancólico sin su querido anillo.
XLII. Pero al quinto o sexto día de su pérdida voluntaria le sucedió una rara aventura. Habiendo cogido uno de los pescadores de Samos un pescado tan grande y exquisito que le parecía digno de presentarse a Polícrates, va con él a las puertas de palacio, diciendo querer entrar a ver y hablar a Polícrates su señor. Salido el recado de que entrase, entra alegre el pescador, y al presentar su regalo: —«Señor, le dice, quiso la buena suerte que cogiera ese pescado que ahí veis, y mirándolo desde luego por un plato digno de vuestra mesa, aunque vivo de este oficio y trabajo de mis manos, no quise sacar a la plaza este pez tan regalado; tened, pues, a bien recibir de mí este regalo.» Contento Polícrates con la bella y simple oferta del buen pescador, le respondió así «Has hecho muy bien, amigo; dos placeres me haces en uno, hablándome como me hablas, y regalándome como me regalas con ese pescado tan raro y precioso: quiero que seas hoy mi convidado.» Piénsese cuán ufano se volvería el pescador con la merced y honra que se le hacía. Entretanto, los criados de Polícrates al aderezar y partir el pescado, hallan en su vientre el mismo sello de su amo poco antes perdido. No bien lo ven y reconocen, cuando muy alegres por el hallazgo, van con él y lo presentan a Polícrates, diciéndole dónde y cómo lo habían hallado. A Polícrates pareció aquella aventura más divina que casual, y después de haber notado circunstanciadamente en una carta cuanto había practicado en el asunto y cuanto casualmente le había acontecido, la envió a Egipto.
XLIII. Leyó Amasis la carta que acababa de llegarle de parte de Polícrates, y por su contenido conoció luego y vio estar totalmente negado a un hombre librar a otro del hado fatal que amenaza su cabeza, acabándose entonces de persuadir que Polícrates, en todo tan afortunado que ni aun lo que abandonaba perdía, vendría por fin al suelo consigo y con toda su dicha. Por efecto de la carta hizo Amasis entender a Polícrates, por medio de un embajador enviado a Samos, que anulando los tratados renunciaba a la amistad y hospedaje público que con él tenía ajustado; en lo cual no era otra su mira sino la de conjurar de antemano la pesadumbre que sin duda sintiera mucho mayor en su corazón si viniera a descargar contra Polícrates el último y fatal golpe que la fortuna le tenía guardado, siendo todavía su huésped y público amigo."
Herodoto, Los nueve libros de la Historia, Libro III. Talía
Por alguna razón me encanta esta historia. Me gusta sobretodo la parte en que Amasis describe el hecho de encontrarte tu propio anillo, perdido voluntariamente en las profundidades del mar, dentro de un pescado que te han regalado como un "fatal golpe de la fortuna". Ese es el tipo de golpes fatales de la fortuna que a mi me gustaría tener. Funestos golpes de la fortuna como que me encuentre un billete de lotería en la acera tirado y que salga ganador poco tiempo después. Ya es navidad, la época de los cuentos, de la fantasía y del optimismo. La época en la que creemos en pescados mágicos que albergan anillos, en reyes que reparten sus fortunas, en renos voladores, en duendes saltarines y en números de papel que nos harán millonarios. Nada nos gustaría más que ser nosotros los demasiado afortunados. Que nos toque todo, la lotería, el amor, la salud, el trabajo, la familia. Todo. Tenemos el pescado pero queremos el anillo.
Dentro del salmón que cocinamos la semana pasada no había alhaja ni misterio alguno, pero seguiremos mirando y de momento nos contentamos con comerlo que ya es bastante. A cuenta del salmón, la vez anterior comente que andaba buscando buenos amigos para él y que no conseguía mejorar su versión más sencilla, a la plancha aderezado tan sólo con sal y pimienta. Hoy me complace anunciar que ya la he encontrado. El secreto era el marinado, la impregnación del pescado con un aroma a limón, mostaza, eneldo, orégano y ajo irresistible. Desde que mi padre llamara mi atención sobre esta receta no he dejado de hacerla y cada vez me sabe mejor. He conservado el nombre de la receta en la que me base "salmón a la griega" pero la he añadido algunos ingredientes más que no tienen mucho que ver con el país de los helenos. Si algún griego me lee por favor que no se ofenda.
Si tienes pensado hacer salmón en navidades, mañana o el año que viene te sugiero que pruebes esta receta, mi favorita, seguro que me lo agradeces.
Por cierto, feliz navidad.
{RECETA DE SALMÓN MARINADO A LA GRIEGA CON SALSA TZATZIKI}
INGREDIENTES
- Lomos de salmón
- 2 cucharadas de aceite
- Ralladura de un limón
- 2 cucharadas de zumo de limón
- 2 dientes de ajo, machacados
- 1 cucharadita de sal
- 1/2 cucharadita de eneldo fresco picado
- 1/2 cucharadita de orégano
- 1/2 cucharadita de pimienta negra recién molida
- Unas gotas de salsa worcherstershire
- 1 cucharada de mostaza
- 1 cucharadita de salsa sriracha (opcional)
Para el tzatziki
- 2 yogures griegos
- 1 diente de ajo, machacado
- 1 pepino rallado
- 1/2 cucharadita de ralladura de limón
- Jugo de limón (o lima)
- 1 cucharadita de menta picada
- 1-2 cucharadas de aceite
- Una pizca de sal
ELABORACIÓN
1. Mezclar todos los ingredientes del marinado.
2. Vierte la mezcla de marinado en una bolsa hermética y añade el salmón. Mezcla bien todo hasta que el pescado quede bien impregnado y deja que repose en la nevera un mínimo de 20-30 minutos o toda la noche.
3. Prepara la salsa tzatziki. Ralla, pela (opcional) y escurre el pepino, machaca el diente de ajo, exprime el limón y pica la menta. (Si no quieres se note el pepino en la salsa, tritúralo con una minipimer hasta crear un puré, después elimina el exceso de agua que contenga el puré con ayuda de una gasa o de un colador fino)
4. Mezcla todos los ingredientes y deja que se enfrié en la nevera (se conservará en buen estado varios días).
5. Separa el salmón del marinado mientras calientas una sartén antihaderente a fuego medio alto con un chorrito de aceite. Cuando la sartén este caliente añade el salmón con la piel hacia arriba y cocinalo durante 3-4 minutos por cada lado. (Es importante no dar demasiadas vueltas al salmón, con dos debería ser suficiente.) Para hacerlo a la sartén es mejor cortar el salmón en lomos que en rodajas, como en mi caso, para que la piel pueda tostarse bien y no se pegue. En caso de tener el samón en rodajas puedes hacerlo en el horno a 150ºC durante 15-20 minutos
6. Sirve el salmón acompañado de la salsa y una ensalada (por ejemplo).
FUENTES
1. Artigoo.com, Salmón marinado a la griega.
2. Wikisource.com, Los nueve libros de la historia
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