Páginas

viernes, 30 de octubre de 2015

Pollo Jerk y arroz con guisantes, el sabor del caribe



"El americano que descubrió a Colón hizo un pésimo descubrimiento"

G. C. Lichtenberg, Aforismos

"Al principio comí una caja de 20 nuggets de pollo para comer y después otra para cenar. Al siguiente día comí dos cajas para desayunar, una en el almuerzo y depués otras dos a la noche. Incluso compré unas patatas fritas y una tarta de manzana para acompañarlo". Si te preguntará de quien crees que es esta dieta tan saludable seguramente optarías por alguien más parecido a Homer Simpson que a un atleta olímpico y sin embargo las palabras pertenecen al hombre más rápido del mundo, un jamaicano que mientras se atracaba a comida basura ganó no una, sino tres medallas de oro en los juegos olímpicos de Pekín con la más asombrosa facilidad. 100 nuggets de pollo al día se comió el hombre durante los diez días que duraron los juegos, unos 1000 en total con sus patatas salsa y tartas.  Parece un chiste o un anuncio de McDonalds pero no me lo inventó el mismo Bolt relata sus pantagruélicas incursiones en el McDonalds en su autobiografía "Faster Than Lighting". El velocista cuenta que de todas los sacrificios que conlleva ser un deportista de élite el más duro, para el, es negarse el placer de comer comida basura mientras juega a los videojuegos hasta la madrugada. Me puedo imaginar su agonía, al igual que el resto de sus compatriotas porque es en su país, Jamaica, donde se encuentra el Kentucky Fried Chicken que más pollo frito per capita vende en el mundo.


Pero no es todo pollo frito en jamaica, otro pollo comparte protagonismo e inunda con su aroma las calles de isla; es el jerk. Un pollo marinado con especias, lima y chiles delicioso y picante como el infierno. El pollo jerk se suele acompañar con un mal llamado arroz con guisantes, que sí que es arroz ,y uno muy bueno, debido a la cremosidad que le da la leche de coco donde se cuece, pero guisantes no lleva, lleva alubias, que estaréis de acuerdo que no son lo mismo. Yo no he estado en Jamaica pero el otro día, se me ocurrió que ya era hora. Ya era hora de meter algo de la magia del caribe en una cazuela y escaparme aunque fuese solamente sentada en la mesa a tierras desconocidas. Fue una idea maravillosa, el caribe parece que siempre lo es. O acaso hay algún europeo con el sentido de la aventura en las venas que no haya soñado alguna vez con ser un pirata pata de palo en busca de un tesoro escondido. No lo creo. Como yo lo veo si el país de Nunca Jamás existiera estaría en el caribe. 


"A su regreso del primer viaje a América, por él recién descubierta, Colón ha ido mostrando, en sus triunfales desfiles por las calles de Sevilla y Barcelona, un sinnúmero de extrañas curiosidades: hombres de piel cobriza pertenecientes a una raza hasta entonces desconocida, animales nunca vistos, multicolores y chillones papagayos, torpes tapires, plantas y frutos exóticos, que pronto se aclimataron en Europa, como el maíz, el tabaco y el coco. Todo lo admira asombrada la alegre y vocinglera muchedumbre, pero lo que más atrae la atención de los Reyes y sus consejeros son algunas arquillas y cestos con oro. No es mucho el que trae Colón de la nueva «India»: unos cuantos objetos insignificantes cambiados a los indígenas, algunos puñados de pepitas y agujas, polvo de oro, en fin, más que oro, alcanzando todo el botín para acuñar a lo sumo algunos cientos de ducados. Pero Colón, que siempre cree lo que quiere creer y mantiene el orgullo de su gloriosa expedición a las Indias, asegura, convencido, que todo aquello no es más que una pequeña muestra de los tesoros que encierra aquél país. Tiene noticias, dignas de todo crédito, de la existencia de inmensas minas de oro en las nuevas islas y de que el rico y preciado metal se encuentra en algunos lugares bajo tan ligera capa de tierra, que basta escarbar en ella con una simple piedra para descubrirlo. Cuenta que más al Sur hay imperios donde los reyes beben en áureos vasos, pues el oro tiene allí menos valor que el plomo en España. El monarca, siempre escaso de dinero, escucha absorto las ponderaciones que se le hacen de ese nuevo Ofir, que ya es suyo. No conoce a Colón lo bastante para desconfiar de sus promesas, y en seguida arma una gran flota para una segunda expedición. Esta vez no se necesitan agentes para conseguir la tripulación. La simple noticia del Ofir recién descubierto, donde el oro está al alcance de la mano, trastorna a toda España, y a cientos, a millares, acuden los hombres dispuestos a partir hacia «El Dorado», el país del oro. Pero es turbio el impulso que mueve a las gentes de villas, pueblos y aldeas. No acuden a alistarse a Palos y Cádiz sólo rancios apellidos, ansiosos de dorar su escudo, u osados aventureros y valientes soldados, sino que allí se congrega también la truhanería y la escoria de España: ladrones y maleantes que buscan nuevo campo para sus andanzas en el país del oro; individuos que huyen de sus acreedores; maridos que abandonan a sus insoportables esposas. Todos los desesperados, los fracasados y los perseguidos por la justicia pretenden un puesto en la flota, decididos a enriquecerse al instante. Unos a otros se contagian y creen las fantasías de Colón, según las cuales con sólo escarbar la tierra con una piedra encontrarán el áureo metal. Los emigrantes privilegiados se llevan consigo servidumbre y mulos para transportar rápidamente el rico botín con que sueñan. Y los aventureros que no consiguen ser admitidos en la expedición, buscan otro camino: sin preocuparse de lograr el permiso real, fletan barcos por su cuenta, para ir a acaparar oro y más oro allende el mar. España, pues, se ve libre de pronto de toda la gente de vida poco limpia y de los más peligrosos rufianes. El gobernador de La Española (más tarde dividida en Santo Domingo y Haití) ve con espanto como irrumpen en la isla a él confiada tales indeseables. Año tras año, las naos traen nuevos cargamentos de individuos cada vez más peligrosos. Pero la decepción alcanza también a los recién llegados, ya que el ambicionado metal no se encuentra allí en medio de la calle ni mucho menos, y tampoco se puede arrebatar ni una pepita más a los infortunados indígenas. Ante el espanto del gobernador y de los pobres indios, aquellas hordas recorren el país en rufianesco haraganeo. En vano intenta el gobernador convertirlos en colonos mediante la concesión de tierras y abundante ganado e incluso de brazos humanos, entregando a cada uno hasta dieciséis o diecisiete nativos en concepto de esclavos. Pero ni los hidalgos de alcurnia ni los maleantes de otrora tienen el menor deseo de dedicarse a la agricultura; no han ido a aquellas tierras para cultivar trigo y guardar ganado, y en lugar de afanarse en siembras y cosechas prefieren desahogar su desilusión castigando a los pobres indios, cuya extinción se presiente próxima. En poco tiempo, la mayor parte de los emigrantes están tan entrampados, que después de haber vendido todos sus bienes han de desprenderse incluso de las prendas de vestir, empeñados hasta el cuello con usureros y comerciantes. Venturosa noticia fue para todas aquellas vidas fracasadas de La Española la de que un notable de la isla, el jurisconsulto y «bachiller» Martín Fernández de Enciso, se disponía en 1510 a aprestar un barco para acudir con nueva tripulación en ayuda de su colonia establecida allá en el continente. Dos célebres aventureros, Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa, habían obtenido del rey Fernando el privilegio de fundar, cerca del istmo de Panamá y en la costa de Venezuela, una colonia a la que algo prematuramente denominaron Castilla del Oro. Subyugado por el encanto de este nombre y dejándose llevar de engañosas habladurías, el célebre hombre de leyes había invertido toda su fortuna en la empresa; pero de la colonia fundada en San Sebastián, en el golfo de Urabá, no llega oro, sino angustiosas peticiones de auxilio: la mitad de sus hombres han desaparecido luchando con los indígenas y la otra mitad han sido víctimas del hambre. Para salvar el dinero invertido, Enciso arriesga el resto de su fortuna y organiza una expedición de socorro.
  Apenas se difunde la noticia, todos los desesperados y vagabundos de La Española quieren aprovechar la ocasión y marchar con él. Pero si su afán es huir de los acreedores y de la severa vigilancia del gobernador, también los acreedores están sobre aviso, se dan cuenta de que para siempre se van a esfumar los más importantes deudores y presionan al gobernador para que no permita marchar a nadie sin un permiso especial suyo. A lo cual accede la autoridad. Se monta, pues, una estrecha vigilancia y se dispone que el barco de Enciso quede anclado fuera del puerto. Tropas del gobierno patrullan en botes para evitar que suba a bordo ningún polizón. Y con enorme amargura, aquellos desesperados que temen menos a la muerte que al trabajo honrado o a la prisión por deudas, ven como el barco leva anclas, se hace a la vela y marcha hacia la aventura sin llevarlos a ellos." 
Stefan Zweig, Momentos estelares de la humanidad
Los indígenas debieron flipar cuando los españoles, en su ernome ingenuidad, les preguntaban que a ver por dónde caía aquella ciudad hecha de oro llamada el dorado pero más bocas tuvo que abrir la leyenda de aquella otra ciudad menos conocida hoy en día, la tierra de Jauja que Lope de Rueda (1510-1565), en su comedia la tierra es jauja, describia así: <<En la tierra de Xauja hay un río de miel y junto a él otro de leche, y entre río y río hay unas fuentes de mantequillas, encadenadas de requesones y caen en aquel río de la miel que no parece sino que están diciendo cómeme, cómeme>>. Un explorador llamado Francisco de Orellana andaba buscándolo  cuando durante la exploración de un gran río, hacía 1541, fue atacado por un grupo de mujeres semidesnudas. Solo puedo imaginar lo que les tuvo que decir a aquellas mujeres para salir del atolladero, el caso es, que por supuesto no llegó a encontrarlo pero que, al menos, puso nombre a aquel gran rió; lo llamo amazonas, recordando el mito griego de las amazonas. 


El Dorado era un champú y tampoco los piratas se dedicaron nunca a esconder tesoros y mucho menos a hacer mapas para encontrarlos.  La historia de los piratas empezó con los disidentes que habían zarpado en barcos desde Inglaterra, Francia y Holanda. Algunos se asentaron en la parte desabitada de la isla de la española y se dedicaron a cazar el ganado que los españoles habían soltado en la isla y se había reproducido de manera salvaje. Aprendieron de los indígenas una técnica para asar y ahumar la carne en una especie de barbacoa llamada "bucan" o "boucan" que parece ser origen Arawak o Karib. Vendían el producto a los barcos que navegaban por aquellos mares y terminaron siendo conocidos como bucaneros. Cuando a las autoridades españolas les empezó a molestar la presencia de los ingleses y franceses en la isla decidieron exterminar a los animales en que se basaba el comercio de los bucaneros. Los cazadores que hasta entonces se habían dedicado a cazar vacas y cerdos pasaron entonces a cazar también personas y se convirtieron en piratas sumándose a los filibusteros y los corsarios



Si los conquistadores, el exterminio de su cultura y los piratas no fueran suficiente Jamaica, aún tuvo que sufrir una tercera plaga, el dominio británico, la espantosa esclavitud del comercio del azúcar.

Resulta paradójico que un país con tan mala pata  tenga como lema el famoso "Jamaica no problem". Y es que ¿de dónde viene es buen rollismo jamaicano?, ¿ese ritmo chillout que les corre por el cuerpo?. ¿Ese estoicismo y esa capacidad de sacar el sentido musical hasta de las piedras?.

Puede que sea la hierba, el ron, el salitre o la música. Yo creo que es la comida lo que les hace estar tan apegados a la tierra y a la vida, desde mi punto de vista la comida jamaicana es suficiente razón para justificar que los jamaicanos hayan inventado ese baile imposible y sobrenatural de la pelvis llamado dancehall.



Este plato que comparto hoy no es para cobardes, es para el aventurero que todos llevamos dentro. El que no tiene miedo a lo desconocido, el que siempre está dispuesto a alimentar su infinita curiosidad humana. El pollo jerk es una apuesta segura para aquellos que disfrutan cocinando por fuera de la línea. Es un pollo arómatico y la mezcla de especias recuerda a sabores de la India mezclados con el frescor de la cultura caribeña. Es picante pero solo hasta donde uno esté dispuesto a llegar. El arroz por otro lado no es de este mundo. Es lo que pasa cuando la lujuria de un postre se vuelve salada. Algo mágico sucede cuando se mezclan arroz y leche de coco estoy segura de que si lo probais me dareis la razón.

Espero que hagáis esta receta, y os guste. Me encantaría saber como os ha ido.



miércoles, 21 de octubre de 2015

Cruasán de almendras para desayunos en pijama






 "El sabor de una medialuna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años Rodolfo Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles por la tarde

            -Que bueno."

Luisa Valenzuela

Los franceses inventaron el amor romántico y poco después el cruasán. ¿Casualidad? No lo creo. El amor tiene muchas formas y el cruasán es una de las mejores. Por eso cada vez que me repito la frase de Leonard Cohen: "el amor es la excusa que el mundo pone por ser tan feo" siempre le añado por lo bajini, y los cruasanes, los cruasanes también.

De hecho si no existieran habría que inventarlos para hacer soportables los domingos. Y, ¿qué podríamos desayunar cuando nos surge ese repentino apetito por enfundarnos nuestros mejores atuendos y las perlas más elegantes y salir a desayunar frente al escaparate de una joyería? ¿qué sino un cruasán podría estar a la altura de semejante extravagancia?. Yo sostengo que nada, salvo el cruasán de almendra. El cruasán de almendra sí puede. 


El cruasán de almendra es el exceso, el rock&roll, el bombo clap, los tacones y las perlas. Es el hermano feo del clásico cruasán dorado y el lujurioso cruasán bañado de chocolate. No ganaría el aplauso de nadie en un concurso de belleza pero a quién le importa.

Provengo de una estirpe legendaria de golosos irredentos para quienes el afecto, muchas veces, se expresa a través de la ofrenda de un dulce. Los te quiero en mi familia, se cotizan en bolsa, como en cualquier familia vasca, pero el azúcar... el azúcar y la dulzura fluyen libremente cada vez que aparece una situación de emergencia. Por eso cuando digo que el cruasán de almendra es el bollo más apreciado del universo conocido en mi casa lo estoy diciendo prácticamente todo. 


Antes, cuando no sabía que hacerlos era tan fácil, teníamos que desplazarnos hasta la capital para comerlos. Concretamente a la pastelería "La suiza" en Bilbao, que los borda, porque aquí en la aldea no tenemos nada ni remotamente parecido. 

Es dificil hacer entender este entusiasmo por algo tan aparentemente feo y simple pero es que el cruasán de almendra no tiene rival en proporcianar gratificación instantanea. Es crujiente como una almendra, esponjoso como un bollo, con un interior untuoso y húmedo de crema de almendra y un fina capa de azúcar que proporciona la última nota de dulzor necesaría para culminar un soneto de amor perfecto.


La próxima vez que veas un cruasán de almendra en el escaparate de una buena pastelería corre, entra y regálatelo. Comprenderás entonces lo injusto que es el mundo con este dulce tan poco conocido. O mejor aún prueba esta receta que comparto hoy aquí porque cuando lo hagas te prometo que nunca, nunca, volverás a tirar otra vez un solo cruasán seco ni a comértelo con más pena que alegría. ¿Por qué? Porque los cruasanes de almendra se inventaron para dar una salida digna a los cruasanes que no habían sido vendidos. Los cruasanes secos. Es por tanto una receta de aprovechamiento y lo que es mejor una receta absurdamente fácil. Para mi descubrir como se hacían fue como desmontar el mito del mago de Oz pero mereció la pena. Ahora soy dueña de una máquina infinita de cruasanes de almendra y si lo pruebas te doy mi palabra que te hará la misma ilusión  que a mi. 

Espero que os gusten.



PD: Para hacer esta receta lo mejor es partir de cruasán decente. Si todavía no has encontrado ninguno a tu alrededor prueba a buscar en el mapa del buen cruasán de "el comidista"









viernes, 9 de octubre de 2015

La salsa vizcaína y la paciencia



"Por primera vez se publica un libro dedicado a la embajadora más universal de Bizkaia: la salsa vizcaína.
De París a Lisboa pasando por Madrid de la Habana a Nueva York pasando por Nueva Orleáns en comedores de lujo o en cocinas domésticas, esta salsa roja y cuadrisílaba, ha colmado de felicidad los paladares de ricos y pobres, de reyes y plebeyos, con su inconfundible color, aroma y sabor. (...) La vizcaína debe su existencia, en primer lugar A Roma, que nos trajo la cebolla, y a Cristóbal Colón, que nos trajo los pimientos de América, pero sobre todo al genio silencioso y a la creatividad anónima -seguramente de unas cuantas cocineras vizcaínas- que en un momento dado de la historia de nuestra gastronomía fueron capaces de confeccionar, al calor del fuego y la experimentación, este prodigio de la alquimia alimentaria para acompañar al bacalao.
La salsa vizcaína cuando nació, hace más de un siglo, era pura vanguardia, después se convirtió en traficional, pero el tiempo es un arquitecto capaz de trazar círculos, y por eso, los chefs de la actual vanguardia gastronómica vuelven su mirada hacia esta eterna y universal estrella de la cocina."
José Ángel Iturbe, La salsa vízcaina.

¿Sabeis la anécdota esa que contaba Woody Allen sobre su amigo Needleman? "Estando en la ópera en Milán con mi hija y conmigo, Needleman se inclinó demasiado desde el palco y cayó en el foso de la orquesta. Demasiado orgulloso para admitir que había sido un error, asistió a la ópera cada noche durante un mes y repitió la caída en cada ocasión.". Bueno pues yo, en la escala de orgullo solo estoy un escalón por debajo de este señor. Soy profundamente orgullosa. La mayor parte de las veces es un incordio pero de vez en cuando sirve para algo. Por ejemplo, hace un tiempo reflexionando sobre las grades cuestiones de la vida llegue a la conclusión de que no podría respetarme más a mi misma si no aprendía a hacer salsa vizcaína. Pense que no se  puede ser de Bizkaia, tener un blog de cocina con recetas de todo el mundo, no saber hacer vizcaína y seguir viviendo como si nada. Después me compré un libro, "La salsa vizcaína" y empezo mi aventura. Con esta receta he sudado la gota gorda y he tenido muchos disgustos. Se me ha quemado la cebolla, casi mato a mi madre de lo picante que me quedó la salsa en una ocasión y muchas otras cosas. Pero ha merecido la pena y ahora tengo en el congelador una tonelada de salsa vizcaína perfecta para sacarla siempre que se me antoje comer bacalao a la vizcaína que es uno de mis plato favoritos no de Bizkaia sino de todo el universo.

Para el que no sepa lo que es una vizcaína o salsa roja yo la describiría como la transmutación maravillosa e increíble que sucede al dejar que el tiempo modele cebolla, pimiento choricero, grasa y caldo en un líquido de color rojo sangre capaz de hacer de un sencillo bacalao un plato inolvidable. Nadie podría sospechar al probarla que su sabor intenso, duro y embriagador sea el fruto de tan poca artillería pero, ¡milagro!, lo es. La salsa vizcaína, "la mejor y más genuina embajadora de Bizkaia" apenas guarda secretos, el único secreto es el tiempo, ese tiempo que ya nadie parece tener.

"¡Los dioses confundan al primer hombre que descubrió
la manera de distinguir las horas!, y confundan, también,
a quien en este lugar colocó un reloj de sol,
¡para cortar y destrozar tan horriblemente
mis días en fragmentos pequeños!
... ni siquiera puedo sentarme a comer
a menos que el sol se marche.
La ciudad está llena de esos malditos relojes...
¡Los dioses destruyan al primero que inventó la hora
y colocó el reloj de sol que rompe mi día en mil pedazos!
Hasta ahora, mi reloj había sido siempre mi vientre,
el mejor y más seguro entre todos.
Por doquier y con seguridad, me llamaba la comida,
hasta cuando no había nada que llevarse a la boca;
pero ahora, aunque lo haya, no puedo comer
si al Sol no le place todavía."

Titus Maccius Plautus (Tito Maccio Plauto)
"Noches áticas" (siglo II d.C.)
Libro III, capítulo III


Si plauto resucitara sucumbiría al horror de ver en lo que aquel sencillo reloj se ha convertido. Ya no solo dicta la hora de comer sino que lo dicta todo, todo está a merced del tiempo roto en mil pedazos. También Bizkaia y , paradojas de la vida, Bizkaia ya no tiene tiempo para hacer vizcaína lo cual es una pena porque "sin tiempo no hay vizcaína". Nuestra mejor embajadora se está convirtiendo en una estrella que aparece sobre todo en navidad y grandes ceremonias, en folclore.

También a nosotros nos ha picado el virus de la prisa. Todos estamos terriblemente ocupados. Tenemos demasiados trastos que comprar, demasiados estados de facebook que mirar, tenemos demasiado trabajo inhumano, hacemos dietas exprés, cursos intensivos, comemos comida rápida y hasta hacemos meditación acelerada. Todo va a mayor velocidad, los coches, la tecnología, los paseantes, las horas y las cazuelas. Ni siquiera tenemos tiempo, dicen, para la filosofía que es lo mismo que decir que ya ni siquiera tenemos tiempo para tomar aliento y meditar sobre el sofoco continuo que nos produce correr en una carrera sin propósito ni fin. Que ya ni siquiera hay tiempo para preguntar lo importante.

Ahora nos parece un disparate emplear el cariño y la paciencia para hacer amorosamente la comida durante horas. Es derrochar la vida y la electricidad que está muy cara. Y sin embargo cuánto nos siguen gustando esos platos antiguos de vieja escuela y de chapa y qué no daríamos por tener una abuela con beheko sua  (cocina de carbón) y paciencia y persistencia infinita.

Yo no la tengo, y además  me encanta la vizcaína así que he tenido que terminar convirtiéndome en mi propia abuela. Estos últimos meses he estado experimentando con distintas recetas de salsa vizcaína un ejercicio que recomiendo a todo el mundo para  ejercitar ese músculo tan en desuso y descuidado que es la paciencia.


La paciencia no solo es la madre de la ciencia es la madre de la vida, del universo y de todo lo demás. Jamás llegaríamos a entender nada sin ella. Para hacer salsa vizcaína lo primero que hay que hacer es poner cebolla, preferiblemente roja, en una cazuela cubierta de aceite (u otra grasa) tapada y dejar que se cueza en sus propios jugos durante unas 4-6 horas. Sí, lo has entendido bien, hasta que quede se haya caramelizado y se haya convertido en una especie de mermelada. Si no se supera esta primera prueba y se atormenta a la cebolla para que trabaje más de prisa nunca conseguiremos hacer la auténtica salsa vízcaina. La cebolla es el quid de la cuestión. Son los cimientos del castillo. Así que paciente debes ser, mi pequeño Padawan.



Lo segundo es la pulpa de pimiento choricero. En los inicios de la salsa vízcaina se utilizaban pimientos verdes y en otras regiones también pimientos morrones y ñoras. En la primera receta de salsa vizcaína que se escribió en euskera se mencionaba el pimentón o pimiento seco triturado. Pero a partir de 1892 y gracias a las pautas que marcó el restaurante "El Amparo" de Bilbao, se nombra al pimiento choricero el pimiento caracteristico de esta salsa. Hoy en día es posible encontrar la pulpa de pimiento choricero en bote en prácticamente todos los supermercados del país vasco. Quizá en otras comunidades sea más difícil encontrarlo aunque tengo entendido que no. La pulpa de pimiento choricero embotellada es mucho más practica que el método tradicional pero comprar los pimientos secos y hervirlos en casa suele dar un resultado ligeramente mejor.

Una vez la cebolla y el pimiento han hecho amistad se añaden los elementos espesantes. No todo el mundo los considera necesarios porque añaden sabor además de dar cuerpo a la salsa. Los más habituales son "el pan -corteza de pan secao, pan tostado, pan frito, pan de pistola, pan francés- galletas maría, la harina, la maicena y en francia una mezcla de harina y mantequilla o margarina a punto pomada que se conoce como mantequilla manoseada."

Por último se añade el caldo o el agua. "En 1892 se popularizó el uso del caldo como elemento de mojado. Caldo de agua de la cocción del bacalao, el agua donde se hervían los pimientos choriceros y más tarde los caldos limpios: el de carne, el de despojos, el de cocido de garbanzos o el de pescado o fumet."



Además de estas cosas algunas pesonas, entre las que me incluyo, le gusta añadir algo de ajo para contrarestar el dulzor de la cebolla. Existen incluso recetas que sustituyen la cebolla por ajo completamente. También es habitual añadir tomate y todo tipo de "componentes aromáticos propios de la persona que cocina: perejil, pimienta, nuez moscada, clavo, laurel, tomillo, curry y la canela. También leche, coññac, zumo de limón, zanahoria, jamón, yemas de huevo cocidas, chocoalte, azúcar, almendras y avellanas." Yo personalemente no entiendo una vizcaína sin un toque de picante es una salsa que te pide por favor un poco de maldad. Además suelo añadir especias también, porque me encantan y son la guinda que todo pastel se merece.

Conseguir la receta de la auténtica salsa vizcaína es imposible. No existe. Lo más parecido sería la receta de tu amama pero si se lo preguntas es probable que termines con una lista de imprecisiones gastronómicas. cosas como un poquito, mucho, suficiente, bastante,  con las que te saldrá una salsa tan parecida a la suya como un zapato. La mía te hubiese dicho algo muy parecido a lo que dice Pilar Zarandona en este vídeo al preguntarle sobre la receta de la salsa roja que llevan sus caracoles de navidad.
"Mucha cebolla roja decían que hay que hacer, pues mucha. Todo lo que queriamos haciamos. Y luego pues jamón y chorizo y mezclar a la salsa. Eso. Cosas buenas."




Yo he partido de la receta de José Angel Iturbe y la escuela de hostelería de Leioa para hacer mi salsa. La primera vez la hice igual pero con cayenas y se me fue bastante la mano. Mi madre aún la recuerda. Después la he venido adecuando a mis gustos hasta que ahora ya estoy bastante contenta con la tonelada que tengo guardada en el congelador para los restos. Por que la salsa vízcaina hay que hacerla un fin de semana ocioso y gris y además hay que hacerla en grandes cantitadades para congelar y así comer vízcaina siempre que el cuerpo te lo pida sin tener que invertir un día para ello.Os aseguro que descongelar esta salsa maravillosa y hacer un bacalao a la vízcaina en 10 minutos, de verdad, que no tiene precio. Lo compensa todo.

Espero que os arméis de valor y os animeis a hacer esta receta. Estoy segura de que os encantará.

Os dejo el video en que Iturbe, alias "El bigotes", prepara una vízcaina en el plató de Robin Food. con la esperanza de que os ayude a desperezar el cuerpo y la mente y motivaros a ejercitar un poco la paciencia y el paladar.

"Carnero y vaca fue principio y cabo
Y con rojos pimientos, y ajos duros,
tan bien como el señor comió el esclavo."