Cuando tu vida es un constante viaje a Ikea y andas por el mundo con el pelo, las uñas y la cara pintadas del blanco de tus paredes y llegas a casa tan cansada que lo único que pides de la comida es que te de consuelo, lo normal es que tires de recetas que exigen un nivel cognitivo muy escaso. Los huevos con pimientos del piquillo, las tortillas, los sandwiches, el atún en conserva, las pechugas vuelta y vuelta... Son platos que forman parte de la logística cotidiana y que nadie necesita que le digan como se hacen. Nadie necesita hacer un doctorado para hacer unas pechuga de pollo vuelta y vuelta. Es un plato que hasta en la cocina mas cutre del piso de estudiantes más indecente se resuelve con bastante dignidad.
Sin embargo, yo, que últimamente abuso de este recetario tan elemental, he descubierto un truco que consigue sacar de las pechugas todo el glamour que hay en ellas. Es algo tan sencillo y tan gratificante que soy incapaz de guardarme el solamente para mi. El truco está en hacer un marinado sencillo a base de aceite, ajo y limón como ingredientes básicos que, por supuesto, se puede elaborar hasta donde la imaginación alcance. El marinado funciona de dos maneras. Por un parte, cubre las pechugas con una gabardina impermeable al secado zapatilla típico y por otro las perfuma con el aroma sutil y siempre apropiado del limón y el ajo. Os aseguro que es probarlo una vez y no mirar de nuevo atrás, porque el resultado son unas pechugas jugosas y emocionantemente delicadas capaces de conseguir abrir el apetito del estómago más apático y revirado del planeta.
Sin embargo, yo, que últimamente abuso de este recetario tan elemental, he descubierto un truco que consigue sacar de las pechugas todo el glamour que hay en ellas. Es algo tan sencillo y tan gratificante que soy incapaz de guardarme el solamente para mi. El truco está en hacer un marinado sencillo a base de aceite, ajo y limón como ingredientes básicos que, por supuesto, se puede elaborar hasta donde la imaginación alcance. El marinado funciona de dos maneras. Por un parte, cubre las pechugas con una gabardina impermeable al secado zapatilla típico y por otro las perfuma con el aroma sutil y siempre apropiado del limón y el ajo. Os aseguro que es probarlo una vez y no mirar de nuevo atrás, porque el resultado son unas pechugas jugosas y emocionantemente delicadas capaces de conseguir abrir el apetito del estómago más apático y revirado del planeta.
Descubrí el truco hace poco en el libro How to Eat de Nigella Lawson. Un libros de cocina mejor escritos que haya caído en mis manos. Nigella es una de esas pocas personas que nacieron con el don de la cocina y de de la palabra al mismo tiempo y yo la adoro por ello. En el libro la autora insiste en más de una ocasión sobre la conveniencia de marinar el pollo y yo, que no necesito que me diga dos veces que haga una de sus recetas, tarde medio minuto en probarlo.
La verdad es que ahora no hago mis pechugas de otra manera, además, algo bastante inusual, todo el mundo parece estar de acuerdo con la moción. Parece una estupidez y me da hasta vergüenza afirmar que esto sea una receta pero tenéis que entender que si no mereciera la pena no se me ocurriría compartirla. Yo las hago empanadas con viento sur y a la plancha con viento norte, la verdad es que quedán bien de las dos maneras.
Espero que la probéis y os guste tanto como a nosotros.