Stendhal fué a florencia y quedó tan abrumado por su belleza que acabó sufriendo lo que hoy en día se conoce como el síndrome de Stendhal.
"Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme".
Yo fui a Florencia y me perdí. Me perdí exactamente en el mismo lugar en que Stendhal sintió que la belleza de la ciudad había acabado con su vida. Donde a el le fallaron las piernas, yo dí doscientas cuarenta vueltas buscando a mi padre. Todo el rato me lo pase tranzando círculos alrededor de un mismo eje, la basílica de Santa Cruz, y a cada paso aumentaba dentro de mi un sentimiento de orfandad cada vez más claro. No, yo no sufrí ningún síndrome de Stendhal, solo un pequeño ataque de pánico. Al final encontré a mi padre sentado en un banco con cara de tener la hija más extraña del mundo, el sostiene que había estado allí todo el rato, pero a día de hoy todavía no me lo creo.
La semana pasada sí que sufrí un síndrome provocado por la belleza que contemplaba pero no tuvo nada que ver con ningún museo, ni ninguna majestuosa catedral, ni con ninguna de las 7 artes. Fue mientras veía YouTube, uno de los últimos programas de Robin Food. David de Jorge preparaba una lasaña de berenjenas que al principio no me llamó demasiado la atención pero que a medida que iba tomando forma, alzándose como una catedral deliciosa capa, sobre deliciosa capa, sobre deliciosa capa, senti como me ponía en contacto cada vez más con mi gato interior. Al ver aquella cosa salir del horno afloró en mi toda la glotonería de Gardfield ya con toda libertad. El sindrome Garfield se había apoderado de mi irremediablemente así que al día siguiente me faltó tiempo para correr a comprar unas berenjenas, unas láminas de pasta para lasaña y un poco de queso ricotta. Volví a casa con la sensación de estar en el camino correcto.
Sabía que nada saldría mal pero por si acaso procuré contar con la compañía de Nina Simone "Birds flying high you know how I feel. Sun in the sky you know how I feel. Ouh. I'm feeling goooood" Saqué el tomate casero y los pimientos caseros que hace la familia de mi novio todos los años y todo fue viento en popa. Los pimientos no estaban en la receta pero a mi me encantan así que improvisé. Además tuve la suerte de contar con la presencia inesperada de mi tía que vino a comer el día correcto, el día de la lasaña.
Como era de esperar nos gustó mucho a todos. Es una de las mejores lasañas de verdura que he comido nunca y el hecho de que sea tan ligera solo suma puntos. La combinación de sabores funciona como un reloj y el sabor es francamente superior a lo que uno esperaría de una cosa hecha enteramente de vegetales. Si te cuesta comer tu ración de verduras este es uno de esos platos que te interesa añadir a tu dieta. La receta es muy sencilla la pura verdad es que lo más difícil es tener el auto control necesario para no sacarla del horno demasiado pronto.
Espero que la probéis y os guste tanto como a mi. Estoy segura de que si la hacéis una vez de ninguna manera será la última.
{RECETA DE LASAÑA DE BERENJENAS}
INGREDIENTES
- 2 berenjenas grandes
- 4 cucharadas de piñones (o almendras, avellanas...)
- 3 dientes de ajo
- 1 ramillete grande de albahaca fresca (hojas + tallos)
- 750 ml. de salsa de tomate
- Orégano (al gusto)
- Una cucharada de vinagre de jerez o de módena
- Un bote de pimientos rojos asados en conserva (o piquillos)
- Láminas de pasta de lasaña precocidas
- 400 g de queso ricotta o requesón*
- Queso parmesano rallado
- Sal y pimienta
ELABORACIÓN
1. Precalienta el horno a 180ºc.
2. Corta las berenjenas, limpias, en rodajas no demasiado finas (se pueden pelar aunque no es necesario). Calienta una sartén con un poco de aceite y dora las berenjenas por cada lado. El objetivo es tostar las berenjenas no hacerlas completamente porque acabarán de hacerse en el horno, tampoco se debe abusar del aceite, aunque parezca que la sartén está seca, porque a las berenjenas les encanta este líquido y absorberán tanto como los eches. A medida que estén doradas sácalas a un plato y salpimenta.
3. Maja en un mortero o molinillo los frutos secos, los ajos, la sal y los tallos de albahaca. (Yo empecé a hacerlo en un molinillo eléctrico nuevo que tengo pero no dió la talla y tuve que volver al mortero de siempre)
4. Sorfríe el majado en una sartén con un poco de aceite a fuego moderado. Es importante que el fuego no esté demasiado caliente porque a nadie le gusta el ajo quemado.
5. Añade la salsa de tomate, el orégano y el vinagre. Cuando comience a hervir estará lista pero puedes reducir un poco la salsa si lo prefieres. Prueba y salpimenta al gusto.
6. Unta el fondo de una fuente de horno de tamaño no demasiado grande con un 1/3 de la salsa de tomate (aproximadamente).
7. Cubre toda la superficie con las laminas de pasta (Antes: atiende a las instruciones del fabricante de la pasta que utilices, yo solamente tuve que remojarlas durante unos minutos en agua caliente para que se ablandaran)
8. A continuación coloca un 1/3 de las rodajas de berenjena sobre la pasta procurando que cubran toda la superficie.
9. Sobre la capa de berenjena esparce otro 1/3 del queso y sobre éste unas hojas de albahaca
10. De nuevo pon otra capa de pasta, otra de tomate y sobre éste los pimientos en tiras o rodajas bien alineados hasta cubrir la superficie, después otra vez tomate, berenjena, queso, albahaca y pasta.
11. Por último tapa todo con una última capa de pasta, sobre ella unta el tomate restante y espolvorea todo con parmesano rallado. Mete la lasaña al horno durante unos 35 minutos o hasta que esté bien dorada en la superficie.
NOTAS
*Puedes sustituir el queso ricotta por queso fresco, queso feta o mozzarela por ejemplo.
1. Las variaciones que se pueden hacer de este plato son infinitas pero si lo modificas de alguna manera ten en cuenta que es recomendable procurar que la pasta esté en contacto con alguna salsa para que no seque.
FUENTES
1. Robin food, lasaña de berenejenas
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